Poema de Eugenio María de Hostos

Foto tomada de: El Nacional

Nacimiento del nuevo mundo

A cada paso que la nave avanza,

más fulgurantes muéstranse los astros,

más plácido y vivifico el ambiente,

más solemne el silencio, más augusto

el misterio que a todas las Edades

atrajo hacia occidente…

Allí del sol cuando la luz primera

las sombras disipó, reconquistado

por él para los hombres, pareciera

el Edén: pureza tanta

en aquel suelo, el corazón encanta.

Frente a las naves cual si Edades muertas

dejado hubieran del edén soñado

copia felices cuantos sueños fueron,

de las antes desiertas

olas sobre la cima, aparecieron

uno tras otro paraíso, el índico

92 el risueño jardín de las Hespérides

y el edén semítico.

Colón embelesado, se encamina,

de aquellas islas a la más cercana;

horizonte risueño y transparente;

una mar hasta el fondo cristalina;

una estrella luciente

cada copa de palma en los palmares;

urente foco el sol, un sol de llamas;

ustorio espejo el cielo;

intolerable reflector el suelo;

cascada de colores el espacio;

la Isla una esmeralda

sobre un manto cubierto de diamantes,

Piedras preciosas por el aire errantes

los pájaros del bosque y la enramada;

Templo solemne la floresta umbría,

fuste sublime de columna trunca,

la ceiba por el rayo destocada;

árboles vistos por el hombre nunca

que ofrecen a la vista en su ramaje

hojas y flores de plural linaje.

Alma de aquel paisaje el ser humano,

lo sublima su aspecto soberano.

Del edén en la playa,

al borde mismo donde rompe la ola,

Adanes se ven mil; Eva, una sola…

Tomado de: Taino World

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